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EL PRIOR FR. ANTONI FERRER SUCCESSOR DE FR. JOSEP SERRA

 

Fra Josep Serra va patir durament l’efecte del setge de 1697 i també l’impacte d’una significativa part de la guerra de Successió. Aquesta continuada situació anòmala va empitjorar de ben segur la precària salut d’aquest bon prior, que en tractar-se ja d’una persona d’edat avançada va veure com l’evolució dels esdeveniments bèl·lics alhora que afectaven el monestir, l’afeblien a ell de cos i d’ànima. La renúncia del Pare Serra va comportar la immediata elecció d’un nou prior, fra Antoni Ferrer, qui va agafar el seu testimoni i va prendre les regnes del convent en un moment encara molt convuls, en ple setge de la ciutat de Barcelona.

Però potser cal llegir el que fr. Juan Nuñez va escriure d’aquest nou prior, fra Antoni Ferrer, en el Capítol XV del tercer llibre pertanyent a la Quinta Parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo(1) que ostenta el títol de “Siguen los siervos de Dios que fallecieron en dicho Real Monasterio de Vall de Hebrón”:(2)

El cuarto en la lista  es el P. Fr. Antonio Ferrer, natural de San Feliú de Guixols, del obispado de Gerona. Entró ya en el monasterio adelantado en letras y virtud. Continuólas con singular aplicación en el largo tiempo de noviciado, haciendo largos progresos en la Teologia moral de que se siguió, que apenas cumplió los siete años de noviciado le mandó la obediència exponerse de confesor ante el ordinario y tomar a su cargo el curato de San Ginés(3), sin reparar que aún no tenia cumplidos veinticinco años de edad. Como era manifiesto y patente a la Comunidad su gran talento, y no menos virtud, le envio desde aquel curato por colegial a San Lorenzo el Real, en donde cumplió a satisfacción  de sus Maestros  los cursos de filosofia y Teología Escolástica, pronosticando estos, y sus condiscípulos de la aplicación, soledad, retiro y custodia  de la pureza de este buen  catalán, había de ser con el tiempo un verdadero hijo de Jerónimo. Acabados sus estudios, se torno a Vall de Hebrón y aquí se aplicó con igual cuidado a las letras divinas como lo había practicado antes en el colegio con las escolásticas. Siguió guardando tanto o más retiro que en el Colegio de San Lorenzo, en esta su celda de Vall de Hebrón. No salía de ella, sino para lo preciso y necesario, y cuando le llamaba la campana a actos de Comunidad. Eligiéronle Vicario y juntamente Maestro de novicios, cosa que en aquella comunidad hebronense se ha estilado repetides veces, para que el ministro tenga más consideración y autoridad. Después le señaló la obediència para regir el curato de San Martín de Cerdañola(4), y le desempeñó como su religiosidad y notorio talento lo prometían, y a satisfacción de los monjes.

No se estrechaban las luces de su vida y virtudes a solo su monasterio, sinó que difundieron sus resplandores al Monasterio de la Murta de Valencia(5). Hallándose embrollados aquellos padres de la Murta en la elección de Prior, y apeteciendo vivamente el acierto de un superior cabal, movió Dios el corazón de uno de los PP. Confirmadores, llamado el P. Muñarra, que siendo Prior de Vall de Hebrón tuvo por Vicario al P. Ferrer, y aconsejó a los padres vocales que pues sus ansias y deseos  se inclinaban a buscar un hombre para superior en quien concurriesen todas las circunstancias para llenar aquella prelacia, escogiesen al P. Fr. Antonio Ferrer. Como si aquella voz hubiese  sido un oráculo, fue elegido unánimamente con universal aplauso en Prior de aquella casa. Gobernó acertadísimamente y dejó con ventajosos aumentos espirituales y temporales el Monasterio de la Murta, y con notorias mejoras sus granjas del Queijerá y Moncada. Sentían los monjes de Vall de Hebrón que aquella brillante antorcha que había depositado Dios para que luciese en su casa de profesión, es decir, que la virtud y letras, Prendas esenciales en un prelado, cual era el Padre Ferrer, se empleasen en beneficio y utilidad de los extraños (aunque todos hermanos en Cristo) y no de los propios o domésticos; y así arrastrado suavemente de disfrutar aquel admirable conjunto, se unieron los ánimos de los electores de su Real Casa (de) Vall de Hebrón, y eligieron por superior y padre al que gloriaban tenir por hermano.

Como este varón santo era monje, cual dice este nombre, observante, modesto, púdico, rígido consigo, suave y manso con los demás, fijó la mira de su gobierno en ser ejemplar vivo de lo que todos debían obrar y practicar. ¿Qué adelantamientos espirituales no se vieron en aquella Real Casa con tal superior y tres ellos como consecuencias necesarias, que son conveniencias temporales? Como que ellos, y éstas no podrían ocultarse a los Padres de la Murtra de Belén(6) deseaban disfrutar las prendas monásticas y aciertos prudentes, religiosos, del P. Ferrer, y le eligieron por su Prelado. Correspondieron a sus esperanzas el desempeño que no fue menos  glorioso que el que habían experimentado sus hermanos  de Vall de Hebrón. No quiso la Religión hacerse desentendida, y que ignoraba el fervor y celo con que habían gobernado el P. Ferrer los tres prioratos dichos, le honró haciéndole Visitador General de la Corona de Aragón. No se engañó en tal elección, porque aunque los más tibios (si fueran frios o calientes pensarían de otro modo) le censuraban de demasiado rígido y menudo; si lo miramos con la madurez que debemos, no puede ser Bueno el Prelado y Visitador, que, según las circunstancias y ocasiones, no es rígido con amor de los Hombres y aborrecimiento de los pecados, y no menudea  en las reprensiones de las cossaa más mínimes de la observancia monástica.

Dijimos en el capítulo anterior, que por su debilidad tuvo que renunciar el priorato de Vall de Hebrón el P. Serra(7), e inmediatamente aquellos venerables religiosos eligieron a un fiel imitador de aquel siervo de Dios, cual era el P. Ferrer. Hacíase todavía con la mayor viveza el sitio de Barcelona y todo el Principado de Cataluña estaba en armas, unos contra otros, estimulados y ciegos de pasión al Rey, que cada uno pretendía debía reina. Dominaba en los más un afecto desordenado al intruso Carlos III, que habiendo firmado la evacuación de sus tropas del Principado(8) (por lograr otros mayores intereses, cual fue el imperio),(9) era ya dejar los catalanes al riesgo, y al peligro, que si lo hubieran conocido, hubieran debido implorar la clemencia del reinante y propio Soberano, el Señor Felipe V; más cerraron los ojos a estas consideraciones, y antepusieron ser víctimas de la temeridad, en que pagarom muchos justos por los pecadores. De esta desgracia participó y tocó gran parte al pobre monasterio hebronense, que en tan infeliz época llovieron sobre él los mayores trabajos que desde su fundación, ni aun en los saqueos anteriores dichos, había sufrido. Para único, eficaz y seguro remedio de tantas calamidades, se abrogueló el religioso espíritu del buen Prior con fervorosas oraciones, plegarias, letanías y exposición de Jesús Sacramentado, procurando con sus monjes, con un laus perennis, clamar e implorar la gran misericòrdia de Dios, que oye las oraciones de los humildes, y no desprecia sus suplicas sin que sepa resistirse  a las humildes compunciones del alma. De observar ejercicios tan santos en que de día y noche se empleaban los monjes, concibió tal respeto y veneración la compañía militar que estaba de salvaguardia, que no se propasaba  al más mínimo desorden, en tanto grado, que cualquiera que los veía, más los tenia por monjes que por soldados.

Entre tantos trabajos, no era el menor la manutención del convento. Los campos estaban talados; los bosques, destruídos, porque de ellos sacaba la tropa, sin reparar en el daño y destrucción de los árboles, la fajina para los fosos de la ciudad. Entró en ésta por asalto el ejército del Rey católico, el Señor Felipe V, y ganada la plaza se aumentaron la estrechez y ahogos de Vall de Hebrón; vió desmantelado el hospicio o procura que tiene en dicha ciudad. Muchas casas sobre las que percibía cuantiosos censos por tierra; la del Manso de Alio, derrotada, y en fin, todas las heredades incapaces e imposibilitadas de dar fruto en mucho tiempo, ya por lo desbaratadas, ya por la falta de medios y ganados para laborearlas, y ya porque no había semillas que derramar en ellas. En estos lances es donde se apuran los refinamientos de la prudencia económica. Acordó el buen Prior con su comunidad tomar cuatro mil libras a censo para hacer algunas provisiones necesarias de boca, aunque no fuese más de algunas legumbres secas para ir pasando, y juntamente poner corriente el cultivo de los campos, que es el fondo  más seguro para reparo de daños tan crecidos.

A más de esto, compusieron lo mejor que pudieron las casas de Barcelona para que pudiesen habitarse y el Maso de Alio para poder ejercer la cultura y labor del campo. Ordenado todo esto tal cual se pudo, y permitía la escasez, no quiso continuar el Prior el oficio por su salud bien quebrantada, y su espíritu muy afligido. Lucro y ganancia muy regular, que suele sacarse de las prelacías, y en tales circunstancias. Debiendo ya disfrutar  este religioso la quietud  y sosiego a que eran acreedores  tantos afanes y fatigas  como por todo  el discurso de monje había tolerado, le mandó la obediencia para descanso fuese a regentar el curato de San Ginés(10). Lo que ejecutó con la mayor sumisión y humildad, continuando el buen ejemplo que ya en otro tiempo había dado de sí, pfrocurando en todo  la salud de las almas de sus amados feligreses; si no por necesidad sacramental no trataba con mujeres, no porque estuviese privado de verlas, más por no codiciarlas, ni ser codiciado de ellas, y así observava con todo rigor  el mismo retiro  en el curato por no contaminar su pureza como en el claustro, siguiendo en el temor de su vida irreprensible, macerando sin compasión su delicado cuerpo para que estuviese sujeto al espíritu.

Últimamente cargado de años y merecimientos le sobrevino una enfermedad molesta que le duró cuatro meses para purgarle de algunas terrenas imperfecciones, y al fin de ellos hizo llamar a todos los monjes uno por uno, y les pidió perdón con muchas làgrimas, haciéndolas verter a muchos. Después le dieron el Santísimo Viático y la Santa Unción, que recibió con afectuosa tierna devoción. Vivió cuatro días después de oleado y comulgó dos veces en ayunas, y fue la última el mismo día en que murió, consagrado a la Expectación de la Virgen María Nuestra Señora, 18 de diciembre de 1719. Fue su muerte como la de un santo, acabando su vida temporal con gran paz y quietud de su alma. Quedó su rostro con la hermosura de un ángel, índice seguro de la castidad y pureza que procuró siempre guardar intacta”.

Lluís Jordà i Roselló

NOTES

1.- L’autor de la Quinta Parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo, llibre que abasta el període de 1676 a 1777, va ser escrita per un monjo de San Jerónimo del Escorial fra Juan Nuñez, que va continuar la obra iniciada pel P. José de Siguenza i posteriorment seguida pel P. Francisco de los Santos. Existeix encara una darrera obra que arriba fins l’any 1800, escrita per fra F. Salgado que encara resta només manuscrita, i mai ha estat publicada.

2.- De manera igual a com l’autor anònim de la Historia Breve de la Fundación del Monasterio de san Hyeronimo de Valle de Ebrón envià al general de l’orde l’any 1595 aquest recuperat manuscrit per tal que el P. Siguenza l’incorporés a la seva magna obra; el Pare Arnó de Sant Jeroni de la Vall d’Hebron, envià a Fra Juan Nuñez, uns apunts breus corresponents al període històric que aquest tractà (1676-1777) per fer la Quinta Parte de la Historia de San Jerónimo.

3.- La parròquia de Sant Genís dels Agudells va ser annexada al monestir de Sant Jeroni de la Vall d’Hebron l’any 1396, situació que perdurà en el temps fins l’aparició de la llei de desamortització dels bens de l’església de l’any 1835.

4.- La parròquia de Sant Martí de Cerdanyola va quedar incorporada a Sant Jeroni a partir de l’any 1546. El papa Pau III va emetre una butlla aquest any per la qual annexava aquesta parròquia al monestir de sant Jeroni de la Vall d’Hebron amb totes els seus drets, jurisdiccions i rendes. D’igual manera que Sant Genís, la parròquia de Sant Martí de Cerdanyola va restar annexada  a Sant Jeroni fins l’any 1835.

5.- Fra Antoni Ferrer va ser nomenat prior durant un trienni de Santa Maria de la Murta (Alzira).

6.-La referència a la Murta de Belén correspon al monestir de Sant Jeroni de la Murtra (a) de la Vall de Betlem.

7.- El Pare Josep Serra fou el Prior que va patir els tres sacs del monestir de l’any 1697, durant el setge de Barcelona pel Duc de Vendôme, i la guerra de successió fins el setge de Barcelona de l’any 1713-1714, moment en el qual va renunciar al càrrec que fou ocupat per fra Antoni Ferrer.

8.- El 9 de juliol de 1713, arran dels acords signats a Utrecht i al Conveni de l’Hospitalet, les tropes austríaques destacades a Catalunya sota el comandament del mariscal Starnhemberg van abandonar el Principat. La seva marxa va suposar la fi del seu suport militar. Els catalans van decidir continuar en solitari la guerra.

9.- L’autor vincula l’elecció de l’Arxiduc Carles com a emperador del Sacre Imperi, a la manca d’interès per mantenir el seu suport als catalans i intentar retenir la corona hispànica. Abandonant els catalans que fins aleshores havien estat els seus súbdits més fidels.

10.-  Antoni Ferrer cansat i amb la salut afeblida després d’acabar el seu priorat fou encara designat rector de la parròquia de Sant Genís del Agudells.          


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